sábado, 2 de mayo de 2009

La medicina es una ciencia exacta

Desde hacía tiempo, en los clasificados barriales se presentaba como Tupaq Qhawana, y decía ser jampiri del pueblo kolla, venido del Tawantinsuyö y de los ayllus altoandinos, inspirado por Tayta Inti y Mama Killa; pregonaba que era capaz de traer y amarrar al ser querido, hacer florecer un negocio, leer las hojas de kuka  esparciéndolas sobre un haguayo y adivinar el humo del cigarro; revelaba que era depositario de los willka unanchakuna legados por Manco Kápac, el Intichuri; que hacía videncia pendular y curaba daños, hechizos y maleficios; se declaraba conocedor del kausay -que le fuera revelado en un kamakuy de Wiraqocha y Pachakamaq juntos-; heredero del lliupacha-yuyaychay, la cosmovisión de los kollas sólo entendible en runa šimi y sin traducción posible en kastilla šimi.

Aclaraba, por si hiciese falta, que los materiales estaban incluidos en el precio de todos sus trabajos.

Su consultorio era una habitación de paredes descascaradas, alquilada a una familia boliviana, a pocas cuadras del centro de Laferrere; y en la puerta había colocado una plaqueta de bronce en la que se leía “Tupaq Qhawana  jampiri inka-curandero”.

Atendía con un disfraz más próximo a una arapahoe de las praderas  norteamericanas que a un willka incaico. Recibía a sus pacientes con el saludo ritual

— Ama quella, ama suwa, ama llulla, ama hap’a 

Al que ellos respondían con una mezcla borrosa de oraciones cristianas

— … y con tu espíritu

— … por mi gran culpa

— … sin pecado conseguida

En realidad, había hecho dos años de la licenciatura en astrofísica en la Universidad Nacional de La Plata.

Cierta vez oyó de alguien que curaba con numerología, y decidió ir más allá, aplicando una mezcla extraña de yachay quichua y análisis matemático.

La primera en quien probó el nuevo método fue Ña Ángela, que estaba peleada con su aparejado y no podía con su problema ella sola. Estaba convencida que de pura envidia le habían hecho una saladura; y fue a ver a Tupaq Qhawana para que le haga una limpia.

Previos ritos de purificación, el jampiri le dijo

— El mal es una abstracción, Ña Ángela, como los números -uno ve una manzana al lado de otra e inmediatamente asocia “dos”- y siendo así, nos podemos valer de los recursos de la matemática para entender al mal. Por ejemplo, la Pachamama me muestra que usted tiene problemas de hígado; y llego a eso partiendo de un khipu kolla, que representa una ecuación binómica indeterminada de tercer grado a la que podemos aplicar la integral segunda de Riemann-Stieltjes, por ser una serie infinita recursiva sujeta al cálculo de variaciones de Lagrange; y puedo decirle que el resultado, en el campo de los reales, es uno solo: su marido. Me lo dice Amaru, va a tener que aplicarle determinantes. Tome esta chuspa, y vaya dándosela de a poquito.

El marido de Ña Ángela sufrió una apoplejía apenas una semana después.

La carátula de la causa penal dice: “Sosa, Anselmo s/ejercicio ilegal de las matemáticas”

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