domingo, 17 de mayo de 2009

El aprendiz

La tarde era por demás calurosa. A lomo de burro, Dan-Istet se dirigía a aprender su oficio de escriba en la Casa de la Vida, en el viejo templo de Toht, en las afueras del oasis de Waht-Smenkht, a diez días de marcha de Uaset, la grandiosa capital del Egipto del junco y de la abeja.
Como todos los días, cuando Ra empezaba su marcha hacia la noche; Dan-Istet llegaba con su cuenco conteniendo tinta de mirra, y una hoja nueva de papiro. Lo recibía el humo dulzón de las flores de nenúfar y mandrágora que los hery-aj encendían temprano, para allanar el camino a la sabiduría de los dioses, a los que iban a aprender en la escuela.
Como todos los días, lo recibió el Gran Artesano de la Casa de la Vida,Serj-uef-Hartmanshepsut
—¡Por Horus, toro todopoderoso que aparece en la gloria de la ciudad de Men-Nefer! Dan-Istet, pequeño escarabajo de la tierra negra del Nilo ¡Otra vez llegas tarde! Ve inmediatamente adentro a esperar a tu nebef.
Como todos los días, Dan-Istet entró a su sala, se sentó cruzando las piernas en el duro suelo, dispuso el cuenco con tinta a su derecha y desplegó el papiro sobre sus rodillas; a la espera de la llegada del Escriba de los Rollos de Papiros Sagrados en la Casa de la Vida, y Fekety en el templo de Toht, Rasputilperure-ankh-Ortunhotep.
Como todos los días, seguido de varios hery-anj, Rasputilperure entró al recinto. Miró fijamente a Dan-Istet, entre las volutas de humo y en la penumbra reinante; y dijo:
— Nuevamente, pequeña pulga molesta en el gato de Sejmet, he rechazado tus deberes por defectos de forma ¡No aprendes más! Escribirás 10 veces la regla de la escuela
Y se retiró, con los otros, dejando solo al alumno.
Como todos los días, Dan-Istet contuvo el enojo. Con la visión empañada por las lágrimas, tomó su pluma, la mojó en la tinta y comenzó a dibujar en el papiro, los pictogramas tan conocidos de la regla:
“Antes de ibis o bastón, siempre va buitre”
“Los diálogos empiezan con serpiente”
“Toda oración finaliza con dátil y seguido”
“Las palabras agudas llevan codorniz en la última sílaba…”

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