miércoles, 29 de octubre de 2008

FX

—¿Qué diablos eran esas cosas? —dijo mamá cuando la primera bandada negra impactó contra el parabrisas del auto.
—No sé… —dijo papá un segundo antes que lo atravesase un aguijón gigante.
Mis manos y brazos y parte de mi cara se disolvieron en un ácido espeso que salió de las fauces de una especie de dragón; y que derritió, también, todo el asiento trasero y el baúl.
Estas películas del autocine son cada vez más reales…

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